Lástima que recordar no sea lo primero que
aprendamos al llegar al mundo. Recordar tu primera imagen, tu primer sonido, tu
primer llanto y carcajeo. Que maravilloso sería retroceder a la vida más
primitiva y apoderarte, como ya dijo Machado, de las emociones que
producen las cosas, las primeras cosas. Entre toda la infinidad de
descubrimientos iniciales, rememoraría mi escritura primigenia. Todo el
proceso. La vez que ante mí posaron mi primer lapicero. ¿Por dónde lo
enganché?; ¿qué función le brindé antes de conocer el precioso valor por el que
la humanidad lo había inventado? Atraer a mi pensamiento esas falanges endebles soportando el carboncillo,
mientras la mano del maestro guía mis primeras letras como unos padres los
primeros pasos. Ese esfuerzo continuo por aprender a escribir bien, con una
estética cuidada que se pierde con el paso de los años. Nunca podré visionar
estos instantes, pero sí la ficción que produce la nostalgia de lo olvidado.
crédito: libreríalavoragine.com |
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